Y sonó la puerta… estabas con tus maletas de invierno. Eras esa visita q uno odia recibir. Sabía que venias por más y a quedarte a dormir en mi cama como solías hacerlo. Preguntaste irónica por ella como si no te hubiesen contado de que anoche la llame para terminar todo… y con el arte del disimulo esquive la pregunta, te hice entrar, y no te ayude a cargar nada. Por atrás vi que estos tres años no te habían pesado en lo mas mínimo, eras la misma de siempre, joven, hermosa y a cada momento dispuesta a hacer el amor. Te pregunte que hacías por acá, y en medio de la calma, como quien sabe que está explicando algo obvio, contestaste… “es todo como te dije, sabias q iba a volver y acá estas llorando como prometí que te iba a encontrar”. Para esquivar lo inevitable te ofrecí un café, pero reíste y al oído me dijiste: “sabes que vengo a hacerte el amor por un largo tiempo y por varias noches… que este invierno será más largo y más frio si aun pensás en ella” me miro, me beso, y perdí. Me arrastro de las manos a la cama, puso mi corazón en la repisa y como tomándome lección me hizo mostrarle todo lo que había aprendido en estos años, con ese morbo especial mezcla de fantasía, que ella suele hacer para quebrar el amor. Sus labios se hicieron hermosos, sus caricias parecían conocer el punto justo entre el cielo y el infierno, sus ojos eran grises y profundos, y su cuerpo desnudo, con esos pequeños defectos que lo hacían arte, se convertía lentamente en una obsesión…
Y aca estoy tirado en la cama, sintiendo el frio de tu corazón, sufriendo la tortura de tu delirio de celos, padeciendo lo hermoso de hacerte el amor… y esperando engañarte… Soledad